Borrar
Juan Castaño en su museo Pablo Cordovilla
El museo etnográfico de Juan Castaño agoniza a la espera de algún comprador

El museo etnográfico de Juan Castaño agoniza a la espera de algún comprador

El propietario de esta impresionante colección pide 250.000 euros por la misma, incluyendo las tres viviendas donde reposan las piezas

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Miércoles, 28 de septiembre 2022, 11:46

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Después de varios años cerrado al público, Juan Castaño busca una salida, encontrar una solución y destino razonable, a la inmensa colección etnográfica que con mucha dedicación y dinero conseguía reunir a lo largo de su vida. El Museo Etnográfico de Juan Castaño se encuentra a la espera de que algún particular o institución se haga cargo del mismo, de una colección que atesora más de 5.000 objetos de diferentes épocas.

Ubicado en una antigua casa de la calle Pozo de Alcántara, del empinado barrio medieval Villa Adentro, una vivienda utilizada en su día por los franciscanos, de ahí el nombre de Casa del Cordón, se trata de un auténtico museo de identidad, un museo etnográfico compuesto por «cacharros y trastos viejos» como Castaño los denomina, ordenados temáticamente a lo largo de 17 habitaciones.

Este fontanero jubilado de 77 años, atesora en esta vivienda y en otras dos más, «lo que han dado de sí todos mis ahorros y toda una vida dedicada a juntar objetos antiguos»,  consiguiendo reunir una enorme colección donde predominan los aperos de labranza y enseres domésticos: utensilios de cocina, de matanza y labranza, principalmente de los años 30, 40 y 50 del siglo XX. «Aquí todo es auténtico, nada imitación, porque durante más de 40 años me he dedicado a comprar restos de negocios que iban cerrando, de tiendas de alimentación, de zapateros, barberos y sacamuelas, bares, boticas, pensiones... y también muebles y utensilios de muchas casas particulares, como cuadros del siglo pasado, crucifijos y otras imágenes religiosas, herraduras, recipientes de corcho, balas de cañón, discos de cartón, instrumentos musicales, aparatos de radio, o zapatos y albarcas, alpargatas y sandalias de la posguerra». Fruto de ese afán por resguardar del olvido y la destrucción verdaderas reliquias, vestigios históricos, rastros del pasado, Juan ha conseguido que ahora nos transportemos, al visitar su casa museo, a otros tiempos, incluso remotos. Objetos que llaman la atención, y con historia propia, como un arado árabe, flotadores realizados en corcho, zurrones para llevar pólvora, una arcaica silla de ruedas, un gigantesco mortero de madera empleado en la matanza y otro en el que los boticarios elaboraban ungüentos herboreos, las escaleras de hierro que bajaban al aljibe del castillo o algunos útiles de cocina empleados en el cortometraje 'El Emblema' , del extremeño Antonio Gil Aparicio, u otros en la premiada película 'Los santos inocentes'. También posee conjuntos reveladores como es el caso del dormitorio del insigne escultor local, Aurelio Cabrera. La colección es tan peculiar que desde siempre ha llamado la atención de los medios de comunicación, quienes siguen contactando con Juan para conocer la realidad del museo, como es el caso del programa Trastos y Tesoros de Canal Extremadura.

Al visitar esta singular colección etnológica nos encontramos en un mundo ya perdido, una muestra compuesta por pedacitos de nuestra cultura, de nuestros usos. «Lo que para la mayoría de la gente no eran más que objetos que se habían quedado viejos y obsoletos, para mi eran mucho más», señala este humilde pensionista, un coleccionista empeñado en que no se pierda este rico patrimonio material que forma parte de nuestro pasado, «que no se difumine todo de la mano de algunos anticuarios», confiesa, a la vez que se enorgullece de la impresión que se lleva el visitante.«A la gente que entra en este museo le gusta todo en general, especialmente a las personas que viven en ciudades y nunca han visto los utensilios expuestos, o a los más mayores que recuerdan cómo se usaban algunas de las cosas que tengo». El museo nunca tuvo un horario de apertura fijo y podía visitarse principalmente durante la celebración del Festival Medieval Villa de Alburquerque, o concertando cita previa en cualquier otro momento.

Con el paso de los años, lo que fue un sueño de niño, conservar y mostrar orgulloso todos esos útiles testigos de nuestro pasado, se ha ido convirtiendo en un problema. «Las labores de limpieza y conservación son muy complicadas para mí solo. Solo en una ocasión, el Ayuntamiento envió operarias del servicio de limpieza. Sin contar con ayuda, a mi edad, es imposible mantener esto», reconoce Juan Castaño, alburquerqueño que lamenta la falta de ayudas institucionales para conservar toda la riqueza etnográfica que alberga su casa-museo y a quien ocupa y preocupa cuál será el destino, el fin de toda esta riqueza patrimonial material, pero también sentimental.  «Me gustaría que una escuela taller se hiciese cargo del museo y lo pusiese en valor o que algunas de estas piezas sirvieran para exhibirse en el centro de interpretación del medievo que parece que pronto se va abrir en los baluartes del Castillo». Son algunas ideas que aporta y que serían de su agrado con el propósito de que la colección no se disemine y desaparezca, que no abandone Alburquerque.

 Juan no olvida, agradecido, el apoyo que le han dispensado a lo largo de todo este tiempo algunos amigos como es el caso de Luis Gil «Angarilla», quien se ofrecía en su día a mostrar el museo y a catalogar sus objetos más significativos, así como tampoco olvida a otros voluntarios como Clemente Pocostales o Cipriano Sánchez, que también se prestaron, «a echar una mano». Pero ahora ha llegado el momento «de buscar una salida a la colección». En esta tarea se implican en los últimos tiempos desde la asociación Aoex, quienes se brindaron a colaborar en la venta de las piezas agrupadas. «Llegamos a un acuerdo: si se alcanza la venta, Aoex recibiría el 50 por ciento y yo el otro 50 por ciento del dinero conseguido». A pesar de que varios anticuarios e instituciones, algún ayuntamiento, y otros particulares, se han interesado por hacerse  parcial o totalmente con la colección, no se ha alcanzado acuerdo alguno hasta la fecha. «Solo vienen buscando gangas y así no hacemos nada», se queja Castaño, quien estima en 250.000 euros el valor de la colección y las tres casas que la albergan, la cantidad para negociar una compra-venta.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios